La fábrica de loza de Alcora comenzó a funcionar el primero de febrero del año 1727, acogida a una real cédula de Felipe V que eximía de determinados impuestos tanto la importación de ciertas materias primas como, al propio tiempo, la exportación de productos acabados. Una gran parte de estas exportaciones se hacía por el Grao de Castellón con embarcaciones que pertenecían al empresario castellonense Salvador Catalá, "el Mercader". La vigilancia del cumplimiento de las condiciones para gozar de las ventajas fiscales era competencia de la Real Junta de Comercio y Moneda, antecedente de lo que más adelante será Ministerio de Comercio. Para ejercer este control, la Junta delegó en el gobernador de Castellón, que a estos efectos actuaba como Juez Subdelegado.

Entre 1729 y 1740 fue gobernador de Castellón el militar extremeño don Simón de Rueda y Corro, a cuyo celo y tacto se debe en buena parte la superación de muchas dificultades en los pasos iniciales de la fábrica. En sus informes a la Junta siempre alentó la esperanza del éxito de aquel proyecto promovido por el Conde de Aranda en su villa cabeza del señorío de Alcalatén.

Los trámites y el desarrollo de la fábrica dio lugar a lo largo de su dilatada y azarosa historia a que se generara una ingente cantidad de correspondencia que, oportunamente trasncrita y ordenada, constituirá un libro de apetitosa lectura que aparecerá pronto en cuidada edición. Un interés añadido es el hecho de que a esa obra aporta también sus fondos la Hispanic Society de Nueva York. Una gran contribución a la historia artística y cultural de las tierras castellonenses.