De gesto afable y con la serenidad de la que pueden presumir los ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, sin rayar en la petulancia ni en los abismos de la vanidad, Juan José Monzonís (Castellón, 1939), era ayer un hombre feliz. Como presidente de la Autoridad Portuaria, y con una gestión desde la discreción de quien no quiere excesivos protagonismos, mostraba a su ciudad, de la que es natural y de una familia de solera, el nuevo Muelle del Centenario, la más ambiciosa obra realizada en el puerto de la capital de La Plana, que avanza sin cadenas hacia un futuro extraordinario. Porque Castellón habita cada día más cerca del mar. Y con el sentido común, aportado también por el titular de la antigua Junta de Obras del Puerto, técnico más que político, a la hora de mediar en el conflicto de los amarres. En época de talantes, gracias a la intervención conciliadora de este exdelegado del Consell, habrá dos espacios para el puerto: uno para que el Club Náutico crezca lo necesario y otro, con un concurso público, para que la iniciativa privada tenga también opción a sus propuestas.