La mano de obra de nuestra provincia tiene ya nombre extranjero. Uno de cada cinco contratos de trabajo que se formalizaron durante el pasado año en Castellón es de población inmigrante, tendencia que sigue al alza en los meses del actual ejercicio. Las cifras no engañan. El perfil del empleado correspondió al de un varón, de entre 25 y 35 años, de origen rumano y dedicado a la construcción, aunque el colectivo ecuatoriano y magrebí está ocupando cada vez más cifras de importantes de empleo.

Los trabajos calificados como más duros o de menor atractivo para los castellonenses son los que, mayoritariamente, son captados por la mano de obra extranjera, caso de la construcción y empleadas de hogar. Pero no nos equivoquemos, en la actualidad ya existe un buen número de pequeñas empresas y negocios dirigidos por empresarios venidos de fuera.

Castellón debe asumir en este sentido que el peso de la población inmigrante es notorio e irreversible y el proceso de integración se está desarrollando a pasos agigantados. Nuestra sociedad --salvo casos excepcionales-- está asumiendo este mestizaje de culturas y formas de vida de forma enriquecedora en un proceso imparable.