Se ha celebrado el referendo sobre la Constitución europea y han ocurrido cosas rarísimas, que difícilmente se pueden explicar. Por ejemplo, que el secretario general del Partido Popular, señor Angel Acebes, haya felicitado a los abstencionistas, a los que, por activa o por pasiva, no acudieron a votar. A los comodones, a los pasotas, a los que consideran que el mejor destino de las urnas es romperlas, porque no creen en las elecciones.

Debe ser la primera vez que un alto cargo de un partido político felicita a los que no votan. Uno diría que una persona tan peculiar es un lujo que una formación democrática no se puede permitir. Vendrán días de elecciones, en el PP saldrá una persona que aspirará al liderazgo español, con la esperanza de repetir la mayoría absoluta del señor Aznar. Al señor Acebes se le podrá recordar que ha sido halagador con los que no votan. Ha dolido la abstención en el referendo. A todos los dirigentes políticos menos a él. Un alto cargo que felicita a los que no votan mal puede estimular la participación. Si no la quería ahora debe ser porque la abstención podía perjudicar a su adversario, el señor Zapatero, que convocó la consulta. A esto se le llama sectarismo.

En teoría, el Partido Popular apoyó el sí. Sorprende, sin embargo, que en la Comunidad de Madrid, al mando de la señora Esperanza Aguirre, el voto afirmativo haya estado unos puntos por debajo de la media española y que tan bajo porcentaje se haya registrado, incluso, en barrios de señoras con abrigos de visón. O sea, en la llamada zona nacional, reserva habitual de votos del PP. Con tantos noes registrados ahora, un ola de pánico recorre los barrios de la gente bien. ¿Se habrán hecho rojos sus habitantes y serán ahora camaradas del señor Gaspar Llamazares?