Como europeo puedo respirar tranquilo. El presidente Bush, me perdona la vida. Ha viajado a Europa y ha llegado en plan pacífico. Reparte sonrisas y abrazos, incluso para los mandatarios francés y alemán, Jacques Chirac y Gerhard Schröder, y ha anunciado una nueva era de amistad entre Estados Unidos y la Unión Europea. No habrá, pues, un nuevo desembarco de los marines en Normandía, repetidamente anunciado en los días de la guerra de Irak, tan criticada desde este lado del Atlántico.

Como ciudadano español no estoy tan tranquilo. No habrá desembarco en la playa de Salou o en la de Torremolinos, porque España también forma parte de la UE, pero no descarto que nos tengan preparado un buen susto. Al señor Bush le cambia la cara cuando tiene cerca al señor Zapatero. Sonriente ahora con los dirigentes europeos, se le agrandan los morros y se le avinagra el rostro en presencia del presidente español. A la señora Condoleezza Rice le ocurre lo mismo con el señor Moratinos. Se diría que son alérgicos a los actuales gobernantes españoles. Con Aznar, todo fue distinto.

A los niños que no se portan bien, sus papás les dejan sin postre. Por haberse portado mal retirando las tropas de Irak, al señor Zapatero le han dejado sin encuentro bilateral. Su nombre no figura en la lista de los íntimos, a la que han vuelto otros que habían sido borrados, como el presidente francés y el canciller alemán, tan críticos con la guerra como pudo serlo el español. El señor Bush, por lo visto, es vengativo, pero según con quién. A los del PP les encanta que el ganador de las elecciones del 14-M sea discriminado. Aunque por patriotismo tendrían que sentirse solidarios.