Por fin sucedió. Se celebró la Feria Internacional de Turismo en Valencia el pasado fin de semana. Sin pena ni gloria pero con mucho dinero público por en medio. Buscaban una especie de acto publicitario con mucho voltaje y parafernalia. Saben que las arcas de la Generalitat no resisten un constipado pero había que demostrar que si Madrid tiene su Fitur, nosotros también podemos apuntarnos a ese bombardeo. Ya hemos suscrito en varias ocasiones que este tipo de ferias tienen el valor que tienen. Más bien escaso y limitado en términos de eficacia. La rentabilidad de su impacto en relación con lo que cuesta no compensa. Determinadas ferias han sido puestas en cuarentena porque ese modelo de vender los destinos turísticos presenta muchas dudas entre los empresarios y profesionales. En el caso concreto de la Feria de Valencia, su alcance real no creo que haya superado el de las extinguidas Introturísticas que permitían conocer (en las tres capitales y de manera más accesible) el conjunto de nuestra oferta autóctona valenciana. Dicho sea de paso, mientras otros mercados nacionales e internacionales sigan mostrándose esquivos, bienvenido sea el turismo autonómico doméstico. Ahora la Conselleria se ha gastado mucho más con un éxito mucho menor. Qué cosas.

Dicho esto, considero innecesario continuar abundando en desmitificar la necesidad de organizar estas Ferias. No merece la pena que sigamos por ahí porque quienes tienen la llave de la caja no atienden a razones. En el fondo saben que así no podemos seguir pero el carácter y el lenguaje simbólico de los grandes saraos es lo único que les queda. No hay más, es su salsa, su ambiente, su legado- también su final cantado.

Por ello urge generar opinión crítica y acumular energías de cambio para no perder el sentido de la responsabilidad. La responsabilidad de atender otras urgencias que tiene el sector. Hemos apuntado en esta misma tribuna la necesidad de apoyar más y mejor a los municipios turísticos. Son los primeros actores a la hora de generar escenario y entorno propicio para el sector. El recorte de ayudas no se compadece con la creación de una Conselleria específica. Otra asignatura pendiente es el apoyo a las pymes del sector. Muchos negocios turísticos siguen viviendo al margen de las ayudas regladas para mejorar y reciclarse. La inversión en capital humano es pésima. La gestión de la oferta está fuera de control. Se habla alegremente de turismo residencial para camuflar otra historia y otro sector de la economía. Dejemos ahora de lado si es necesario, si es mejor o peor calmar el boom inmobiliario, pero convendremos en que el entuerto mental que se propicia desde el propio poder clama al cielo. Como señalaba un destacado empresario castellonense, la verdadera industria turística nada tiene que ver con el crecimiento residencial. La noche y el día. También tocaría avanzar en la mejora del conocimiento de los mercados y de los nuevos perfiles de la demanda (en constante mutación).

Por citar un último deber gubernamental, añadamos el control de la calidad. Hace días denunciábamos el estado del servicio de inspección y conviene completar la información al respecto. La inspección de la Generalitat duerme el sueño de los justos. El gobierno valenciano ha generado desgaste, desmotivación y caos. ¿Por qué es importante mantener un cuerpo vigoroso de inspectores en el ámbito turístico? La razón fundamental es que existe una oferta clandestina de apartamentos cuya relación calidad-precio resulta inaceptable si queremos conservar un mínimo de reputación en esta tierra. La competencia desleal respecto a aquellos empresarios que sí cumplen, se esfuerzan y pagan impuestos merece una respuesta. Es una cuestión de respeto hacia el auténtico sector frente al intrusismo profesional. Otra causa fundamental es el carácter preventivo e informativo de la Inspección. Me consta personalmente la vocación positiva y de ayuda que tienen muchos funcionarios del gremio. Se trata de transmitir información y ayudar a que se cumplan las normativas y no acentuar la versión punitiva del tema. El cuerpo de inspectores (tal vez debiera cambiarse su propio nombre) ha de jugar un papel dinamizador de la calidad. Los empresarios y emprendedores necesitan ayuda, recursos y no más palos y olvidos.