Preveo que en la tele pondrán cualquier día la película El pisito. Sólo por el nombre. Lo exige el embrollo derivado del anuncio de la ministra de Vivienda, M. A. Trujillo, de que su departamento tiene en estudio promover la construcción de habitáculos protegidos de 30 metros cuadrados, que nadie pretende que sean para familias numerosas. Con guión de Marco Ferreri y Rafael Azcona, y con José Luis López Vázquez en el reparto, por lo menos la película tiene más gracia que las ocurrencias de los chistosos oficiales, que no pasan de menciones al "pisito de la señorita Pepis" y de alusiones por el estilo.

Provoca risa una idea que tiene su origen en las sacrosantas leyes del mercado, y sin embargo se acepta sin chistar que para comprar una vivienda algo más espaciosa una pareja, al casarse, tenga que hipotecar sus ingresos para todo lo que le queda de existencia. El nivel de vida no es el dinero neto que se ingresa en la libreta de ahorros, sino el que queda después de haber pagado la hipoteca. El dinero que no se ve, el que únicamente consta en una anotación, es de más peso que el que queda.

Uno diría que el PP ha puesto en marcha una factoría de ocurrencias contra el Gobierno. No surgen espontáneamente. Si hay un frente vasco abierto --éste, nada chistoso--, un segundo sobre la vivienda completa la ofensiva. Precisamente con el tema de la vivienda, con el que tan generosa fue la ciudadanía hace unos años con Aznar, cuando se refirió al alto coste de los pisos como un indicativo de la buena marcha de la economía, pues si se vendían era señal que circulaba el dinero. Cuanto más caros mejor, si había quien los compraba. Era la prueba de que España iba bien, como se decía entonces. Aquellos éxitos han traído las pisitos actuales.