Nuestra vida está inundada de papeles, desde la sala de partos a la funeraria. Nos pasamos media vida quejándonos de la burocracia y buscando documentos sepultados en un cajón. La otra media, por supuesto, se nos va tramitando el DNI, enseñando el carnet de conducir a la Guardia Civil o gestionando la hipoteca del piso. Ante la Administración, todos somos papel. Por eso, los más desgraciados de esta sociedad han sido bautizados como sin papeles.

A algunos de nuestros políticos se les va el tiempo hablando de unos papeles, los de Salamanca, que versan sobre lo que hacían y deshacían antaño nuestros abuelos hace nada menos que 70 años. Mientras tanto, los inmigrantes en situación irregular buscan un papel, algún papel, que demuestre su estancia en España desde anteayer. Un salvoconducto para conseguir otros papeles más preciados, los de su legalización. De la polémica del archivo de la guerra civil a las colas en el padrón municipal. Es decir, lo que va de la España oficial a la real.

El proceso de regularización abierto por el Ministerio de Trabajo de Jesús Caldera trae de cabeza a los funcionarios del padrón, con un vaivén de aclaraciones que se aclaran entre sí y acaban por oscurecer el panorama. Los ayuntamientos están habituados a recibir patatas calientes del Gobierno central. El anterior suprimió el Impuesto de Actividades Económicas, una fuente de ingresos cuya pérdida cada cual compensa a su modo. Y el actual les ha puesto en la encrucijada de dar la cara ante los inmigrantes, sin comerlo ni beberlo, desatando mil tormentas en vasos de agua por toda España, según el color político de cada consistorio. En el de nuestra ciudad, Juli Domingo (PSOE) y Carmen Amorós (PP) han tenido también su bronca correspondiente a cuenta de si se colabora o se boicotea el proceso de regularización. Al margen de polémicas en una materia tan presta a la demagogia de vía estrecha, sería de gran interés que los sucesivos gobiernos renunciasen a dejar más papelones a los ayuntamientos, que bastante tienen con lo suyo. Si no es mucho pedir.