Aunque somos un pueblo relativamente joven, atesoramos cierto patrimonio del que considernos orgullosos. No sólo los benicenses, sino también todos aquellos castellonenses que sienten nuestro espacio vital como suyo. Este es, dicho sea de paso, uno de los sentimientos que más debieran alentarse en este escenario metropolitano que es la Plana. De alguna manera, Benic ssim es patrimonio afectivo de muchas personas. Gentes que no residen todo el año entre nosotros o que, tal vez, ni siquiera tienen vivienda o interés material en el término. Gentes que mantienen otro vínculo que les liga a lo que somos y queremos ser. Les conecta una pasión. Pasión por nuestras playas, la luz, la brisa, el Voramar, el Desert, el teatro, la Biblioteca del Mar, el callejear. Somos una ciudad con muchos amigos y esta visión positiva de Benic ssim debe resultarnos irrenunciable. Así lo vivimos y sentimos algunos. Habitualmente somos críticos con la conducción política del ayuntamiento y afirmo que lo podríamos ser mucho más. Es un deber de higiene democrática y, como dice Sabina, nos sobran los motivos. Pero la vida de un municipio desborda holgadamente el estricto interés de lo que se cuece en los pasillos oficiales.

Antes señalaba que Benic ssim es, sentimentalmente hablando, de mucha gente. Aunque debo matizar sin ánimo de polemizar que, urbanística y registralmente, cada vez es de menos manos y pertenece a menos gente...

Volviendo al tema, comenzaba estas líneas hablando del valor del patrimonio histórico. La preocupación por el mismo resulta escasa o inexistente en estos tiempos de tedio institucional. Precisamente por eso deben activarse alarmas sociales de sensibilidad. Un patrimonio que no se agota en murallas, castillos, torres o edificios. Tenemos un patrimonio intangible de historias y vivencias de gran calado que no debieran diluirse en el olvido. También son patrimonio cultural. Es el caso de las andanzas en Benic ssim durante la década de los 30 de personalidades de la envergadura intelectual de Ernest Hemingway o Alejo Carpentier. En las villas de nuestra fachada litoral tuvieron establecida su residencia sendos literatos de prestigio mundial. Bien lo sabe el erudito local Guillerm Casañ o el amigo Vicente Mañá.

Por otra parte, tal vez mucha gente desconozca que Julio Verne habló de Benic ssim en sus novelas. Por mucho menos otros destinos turísticos más avispados han levantado fábulas y productos publicitarios que levantan pasiones y, no vayamos a olvidarlo, generan imagen y riqueza. Este debería ser un vector de trabajo y desarrollo turístico, en defensa de un modelo que, más allá del cemento, ofrezca alternativas y novedades. El turismo no deja de ser un sector cuyo motor fundamental descansa en las emociones de la gente. Sí, las emociones. Si las encuentras, regresas a por más. Los principales expertos del gremio señalan, cada vez con más énfasis, la importancia de ofrecer sensaciones únicas, exclusivas y singulares. Esa es la piedra angular de la competitividad turística. Nuestro trabajo debiera encaminarse a generar valor añadido a nuestro recurso básico que son las playas. Ese es el reto. El plus no debe ser hormigón sin más o campañas publicitarias sin garra ni corazón que a nadie seducen. Sólo a los intermediarios que engordan sus cuentas corrientes. Pero eso, a estas alturas de la película, ya no produce más que hastío y frustración. Hace falta un golpe de timón en la agenda turística de Benic ssim. No nos vendría mal una buena dosis de ideas e imaginación.

Portavoz del PSPV-PSOE de Benic ssim y diputado autonómico