Los oteadores de epidemias, plagas y otras calamidades de la UE observan atentos el avance, lento, pero seguro, del virus de la peste aviaria. Lo han localizado ya en Rusia, un ave infectada ha aparecido en Suecia y en Inglaterra han localizado un loro que era portador del mal... Llega de Extremo Oriente y, siguiendo la ruta de la seda, lo traen temibles pajarracos. La gente se pregunta inquieta cuándo llegará y anuncian los aguafiestas que antes de Navidad ya lo tendremos aquí.

En las guerras, los partes dan a conocer todos los días los avances propios y los retrocesos del enemigo. Si ha ocurrido al revés, miran para otro lado. También hay un parte diario de virus H5N1, pero es brutalmente sincero y sólo registra avances de la legión silenciosa de los bichitos.

Los expertos han estudiado el camino que seguirá. Tiene bases para lanzar el ataque final al continente europeo. Tiemblan los gobernantes comunitarios y tirita el presidente George Bush, que ganó la guerra contra el pérfido Sadam Hussein, pero que corre el riesgo de perder la que podría declararle un enemigo al que no se le destruye con misiles.

Estamos saturados de información. Gripe aviaria al acostarnos y gripe aviaria al comenzar el día. Dicen que ya hay personas que abren los periódicos por las páginas de la gripe ya famosa. Total, para leer noticias contradictorias. Si sirve para algo la vacuna contra la gripe normal y si habrá para todos el que dicen eficaz medicamento, llamado Tamiflu. Entre tantas dudas incontestadas, una cosa es segura: estamos abocados a la obsesión por el virus. Acabaremos histéricos perdidos, yendo a Lourdes o a un curandero, probando potingues, y las manías pueden ser más devastadoras que los efectos víricos. "¿Seguro, doctor, que no me ve algo raro?"