Hizo fortuna la metáfora según la cual los nos de Francia y Holanda a la Constitución europea habían hecho descarrilar a la Unión y la ponían en peligro en términos políticos. Hoy puede decirse que el proyecto federalizador europeo está de nuevo sobre los raíles gracias a un sensato acuerdo sobre el monto, la distribución de los fondos, la financiación de la ampliación a 25 y el compromiso expreso de revisar hacia el 2009 la Política Agraria Común, el célebre cheque británico. España ha obtenido básicamente lo que esperaba y un fondo ad hoc para investigación e innovación tecnológica de 2.000 millones de euros, una solución que el presidente Rodríguez Zapatero ha considerado positiva. Los líderes han estado a la altura de las circunstancias, pero esto, con ser fundamental, no es nada comparado con la renovación política del proyecto, su recuperación social y ambiental, su condición de grato reencuentro entre los dirigentes y la Comisión tecnocrática y una opinión deprimida y desorientada tras los reveses constitucionales. Es una señal positiva enviada a la sociedad y un mensaje que, tras el dinero, las cifras y las fechas, encierra un poderoso efecto revulsivo de naturaleza política.