A pesar de la grandeza y nobleza de la política (nació en la antigua Grecia para a segurar el buen gobierno y el bienestar), a pesar de que aún en la actualidad la Constitución Española reconoce una importancia esencial a los partidos políticos (tienen que ver con el pluralismo, la configuración de la opinión, la participación, etc-), a pesar de todo eso, digo, parece ser que, cada día que pasa, son más los ciudadanos que ven a la política como algo contaminado por la corrupción, como la entidad más corrupta del mundo. Bueno pues, guste o no guste, esto es lo que concluye el Baremo Global de la Corrupción 2005, después de que la prestigiosa ONG Transparencia Internacional haya realizado consultas en 69 Estados (entre ellos España).

Aunque no todos los partidos huelen igual (no son comparables algunas organizaciones de América Latina o de los Países del Este, con lo que son los partidos en el marco democrático de la Unión Europea), cabe observar que incluso en nuestra parte de mundo occidental, también en España, los partidos no responden a la ética y a la transparencia que exige la sociedad. Tengo la impresión de que esa desconfianza, existe y aumenta, por que a pesar de que pasan los años y las generaciones, se mantienen las dificultades en conseguir remedios a cuestiones tan primarias como empleo bien remunerado para todos, acabar con la pobreza extrema,-etc... Por eso, creo, decae la credibilidad de la política, de los políticos y de los partidos. Es decir, se debilita su papel, por que se diluye su función reguladora, porque no aparece su capacidad de hacer frente a los obstáculos que aún impiden el buen gobierno y el bienestar de los ciudadanos. Pero, ojo, existe solución: comience a meditar a quien vota.