El Comité de las Naciones Unidas contra la Tortura ha sumado su voz a la de cuantos piden a Estados Unidos que cierre la prisión de Guantánamo, donde el jueves se registró el primer enfrentamiento entre un grupo de internos y sus guardianes, y otros centros ilegales de detención de la CIA. En un informe divulgado ayer, la ONU también ha reclamado un registro de detenidos para evitar que se produzcan nuevos casos encubiertos de tortura. Esta doble petición, unida al desastre de la invasión de Irak y al escándalo de la cárcel bagdadí de Abú Graib, ha convertido la guerra de George Bush contra el terrorismo en un calvario, aunque la Casa Blanca no piensa rectificar.

Lo peor, con todo, no son las consecuencias que el informe tendrá en la popularidad de Bush, que está por los suelos. Lo más grave es que la confirmación de Naciones Unidas de que Estados Unidos ha conculcado los derechos de los detenidos es un nuevo triunfo de Al Qaeda porque alimenta el sentimiento antioccidental en los países musulmanes.

Y la determinación del presidente estadounidense de escudarse, en última instancia, en el Tribunal Supremo para decidir qué debe hacer con los presos de Guantánamo alimenta la exasperación islamista.