Esta sí que es una ¿enfermedad? de moda, todo el mundo habla de ella y es la excusa perfecta para empezar el trabajo a "paso lento". No sé si será real o recurso de vagos, pero algo debe haber. Según la Asociación Nacional de Entidades Preventivas Acreditadas (Anepa), el 35% de los trabajadores lo sufre o dice sufrirlo. Algunos vuelven a la rutina laboral irritados, cansados, débiles, desanimados, melancólicos, nerviosos, insomnes, inapetentes o con ansiedad, la mayor o menor cantidad de estas cosas determina el grado de la depre, pero si las tienes todas, mejor ve al médico porque estás malito; suele ser un malestar temporal que en 15 días desaparece.

Es lógico añorar el tiempo de vacaciones donde haces lo que quieres, no estás sujeto a horarios, rompes la monotonía, cambias de residencia, viajas y se supone que te diviertes y desconectas, aunque también se supone que cargas pilas para el futuro. Todo esto no requiere más que enfrentarse a la realidad, hay que trabajar y hay que procurar que lo que uno hace le guste y se sienta orgulloso de ello; en el peor de los casos tenemos por delante fines de semana, puentes y más vacaciones, que en total suponen más de un tercio de nuestro tiempo, lo que no está mal.

Yo lo tengo claro, si estoy de vacaciones hago cosas y si no, también, porque la inactividad es la causante de muchos problemas, y vuelvo a mis ocupaciones laborales con energía y ganas. Los días anteriores me hago fichitas de las cosas que voy a hacer en el trabajo, novedades, ideas, y ambiciones, luego la mitad se queda en el camino, pero nunca pierdo algo que hay que tener en la vida laboral y personal: ilusión.

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