El sector turístico valenciano, pero de forma especial el castellonense, se congratulaba ayer tras hacerse públicos los resultados de ocupación del verano. Los meses de julio y agosto registraron unas cifras récords, rozando el lleno técnico y con unas estadísticas de pernoctaciones que han rebasado las perspectivas más halagüeñas. La crisis que se apuntaba hace cuatro años parece que ha pasado a ser un mal recuerdo y a partir de ahora se atisba un futuro con unas expectativas inmejorables. Al menos sobre el papel.

Cuando los resultados son tan favorables es el mejor momento para el análisis y la autocrítica más profunda, tal y como requiere un sector con tantas potencialidades como lagunas históricas.

Creer que el modelo turístico de sol y playa está agotado es un error de base, pues ha quedado sobradamente demostrado que es el principal objetivo vacacional en todo el mundo. Sin embargo, con una oferta tan amplia como la existente en la actualidad, los valores añadidos son los que marcan las diferencias a la hora de la elección de uno u otro destino.

Las administraciones implicadas han de construir las infraestructuras necesarias para que sea fácil la llegada de los turistas, pero los empresarios tienen que invertir en su propio negocio con fórmulas imaginativas y propuestas que hagan de Castellón el sueño de cualquier persona. No solo en verano, porque la desestacionalización es la otra asignatura pendiente.