Primero fue Natascha, la niña austríaca raptada durante ocho años por un fontanero. Ahora, una joven húngara de 27 años se ha liberado después de vivir 13 años como prisionera de su propio padre, quien la retuvo desde que cumplió los 14 recibiendo agresiones físicas y violaciones. El síndrome de Estocolmo se da cuando la persona secuestrada es sometida a una gran presión psicológica por parte de su captor. Y es que, cuando alguien es retenido contra su voluntad y permanece, por un tiempo, en condiciones de aislamiento, solo con la compañía de sus secuestradores, es común que desarrolle un vínculo emocional y una cierta empatía hacia ellos con el fin de sobrevivir.

Todo empezó en 1973 en Estocolmo, de ahí el nombre, cuando, en un asalto a un banco, los ladrones mantuvieron retenidos durante seis días a los empleados de la entidad bancaria. Cuando la policía los liberó, se observaron muestras de afecto entre estos y sus captores, incluso se llegó a fotografiar el momento en que una secuestrada daba un beso a uno de sus secuestradores. Los cuatro rehenes rechazaron testificar en contra de los asaltantes, a pesar de que fueron envueltos en dinamita para intentar con ello disuadir a la policía de un posible rescate.

Desde un punto de vista psicológico, éste síndrome se considera una respuesta del secuestrado debido a la indefensión y vulnerabilidad que provoca cualquier cautiverio. Para que pueda hablarse de éste síndrome se tiene que dar que la víctima justifique las conductas de sus captores y que exista una manifestación de agradecimiento después de finalizar el secuestro.

Todo esto es fácilmente entendible en situaciones tan extremas como atracos, secuestros, situaciones de guerra, etc. Lo que no parece tan comprensible es que en algunas relaciones de pareja se tenga la misma idea de incapacidad de escapar. Todos sabemos que existen parejas basadas en el abuso y la amenaza que consideran que los lazos y las vinculaciones son de por vida, con ataduras a todos los niveles. Es una variante del síndrome.

Psicólogo clínico