Querido lector:

Entre puente y puente, tiro porque me lleva la corriente.

Mucha política, mucha tensión entre los que viven y administran los bienes comunes que aportamos los contribuyentes, pero al final, el ciudadano de a pie lo que quiere --y lo hace cuando puede-- es otra cosa. Irse de parany, de caza, a seguir la fiebre del robellón o simplemente a degustar un buen plato en los muchos restaurantes que tenemos repartidos por la geografía provincial, sobre todo esta semana rara entre fiestas en la que todo vale.

Placeres de siempre, tradiciones del terruño para olvidar que las hipotecas no dejan de subir, que los debates políticos son cada vez más agrios y no convencen a nadie, que se siguen produciendo gravísimos sucesos en relación a la violencia doméstica --como el detectado ayer en Cabanes--, o que obras emblemáticas para el desarrollo de Castellón como el aeropuerto son paralizadas constantemente, por motivos cada vez diferentes, acabando por convertir este proyecto casi en maldito.

LES ALQUERIES. Algunos dirán que tengo fijación por esta cuestión, pero es que me parece poco acorde con los tiempos que corren. Es más, me resulta totalmente esperpéntica. Me refiero a la guerra del párroco de les Alqueries, José Navarro, y el Ayuntamiento, que ha pedido al obispo Casimiro López que lo traslade. El cura, por lo visto, ha seguido en sus trece de ir de espaldas a las costumbres de los feligreses y el obispo de mirar hacia otro lado.