La semana pasada fue extraordinariamente intensa para la vida política valenciana. La moción al presidente Camps, el debate de política general --con sus casi cien propuestas de resolución-- así como la visita a Valencia del presidente Zapatero o la contraprogramación de Acebes, dieron cuenta del alto voltaje acumulado en las horas previas al 9 d´Octubre. Mucho se ha escrito sobre todos y cada uno de los episodios citados pero me permitirán que uno ocupe la atención singular de esta tribuna. El reto de debatir en Canal 9. Efectivamente, esta fue la propuesta que Joan Ignasi Pla lanzó el sábado al president Camps. Un debate cara a cara en la televisión pública que pagamos todos los valencianos. Aunque en realidad debería decir la televisión que debemos todos los valencianos, en virtud del elevadísimo grado de endeudamiento que presentan sus cifras.

La cadena pública sufragada con los fondos que conceden las Corts tiene, por ley, la obligación de incentivar este tipo de programas que fomenten el contraste de ideas. La nuestra es una sociedad plural. No solo lo proclama la Constitución o el Estatut, sino la realidad de la vida cotidiana, la sociedad y la calle. La propuesta de un debate abierto para contrastar opiniones es una cuestión de interés general. Por lo tanto, materia incuestionable de la programación pública. Es incomprensible que los inventores de la teleporquería en España (cuando Zaplana llega al poder con Tómbola como buque insignia), hoy sigan esquivando el espíritu y la letra de la propia Ley de Creación de Radiotelevisión Valenciana. Pero resulta mucho más grave que, a la propuesta de debatir ante las cámaras de Canal 9 sobre la situación de la Comunitat, el molt honorable sr. Camps dijera que él no debate con políticos valencianos, sino con el jefe del Gobierno español. Justo el president que se enfunda la senyera proclamándose ungido para otorgar a los demás el certificado de buena valencianía. Que Camps desestime un debate en Canal 9 no es nuevo. Lo inesperado es la grosería democrática que significa despreciar al líder de la oposición valenciana y, el colmo, la manifestación presuntuosa de que él solo debate con el presidente de España.

Huir de los debates no es una cualidad de la que enorgullecerse. Es más, un debate público, televisado y en horario de máxima audiencia como se le propuso, constituye toda una oportunidad. Una formidable oportunidad para explicarle a la gente dónde han ido a parar los 17.000 millones de las antiguas pesetas en sobrecostes de Terra Mítica. O por qué la empresa que construye los colegios en esta Comunidad, los hace 2 veces más caros que en otras autonomías. O por qué la nuestra es la comunidad con menos camas hospitalarias de España por cada mil habitantes. Un debate sin trampas permitiría aclararle a la gente muchas cosas o, al menos, suministrar argumentos para conformar su propia opinión al respecto. Este sería un indicio de madurez democrática. Una apuesta por la libertad y un brindis por la inteligencia del pueblo valenciano. Definitivamente no nos merecemos la televisión autonómica que tenemos. Bueno, aunque hoy sea más de los bancos que nuestra.

Portavoz del PSPV-PSOE de Benic ssim y diputado autonómico