Las complejas relaciones entre CiU y el Gobierno central dieron ayer otro sorprendente giro con la decisión de última hora de los nacionalistas catalanes de retirar su enmienda a la totalidad al proyecto de Presupuestos del Estado, como antes había hecho el PNV. De ese modo, el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero saca adelante el proyecto y esquiva una situación complicada, porque afectaba a la gobernabilidad cuando aún queda casi media legislatura.

Tanto el vicepresidente Solbes como el portavoz de CiU en el Congreso, Duran Lleida, tuvieron que hacer ayer filigranas para pactar la retirada de la enmienda a la totalidad. El motivo argumentado por Duran es que el vicepresidente se compromete a que la comisión mixta entre el Estado y la Generalitat catalana valore cuál es el volumen de inversión estatal según el nuevo Estatut. Pero enseguida surgieron voces en el sentido de que CiU había entregado la cuchara sin nada a cambio, pues ese compromiso ya estaba dado con anterioridad.

El episodio refleja la complejidad del sistema de alianzas políticas trabado en Madrid y en Barcelona. El líder de CiU, Artur Mas, se hizo en enero la foto con Zapatero para agigantar su imagen como padre del Estatut. Pero ahora Mas es el rival de Montilla. Tocaba, pensaron en CiU, dar caña en Madrid. El problema es que los estrategas convergentes han medido que hacerlo junto al PP tenía más costes que beneficios.