El corazón de Pepe Moré nos ha dado un susto a todos los albinegros. Antes de sentarse en el banquillo de Castalia, su nombre iba a asociado al morado del Valladolid. Pepe era un clásico de los carruseles de mi infancia. A través de las conexiones que daba paso José María García a un congestionado y joven Ares, un rocoso jugador deleitaba a los seguidores del conjunto del Pisuerga en el embarrado antiguo Zorrilla. Ahora su dolencia cardiaca también me afecta, como seguidor albinegro, en vísperas de un derbi que a mí, desde luego, no me parte el corazón porque solo tiene dos colores: el blanco y el negro.

En esto del fútbol hay algo más que noticias en la prensa. No conozco personalmente a Pepe Moré, pero solo por ser entrenador del Castellón y por hacerlo razonablemente bien, debe ser un tío grande. Porque ser del Castellón es asunto cardiovascular. Ser albinegro es más que ser una sociedad anónima, es un sentimiento y no una moda o costumbre familiar. En Castalia todos los domingos se va a padecer y si hace falta a perder, porque quince días más tarde se vuelve a lo mismo. En otros sitios, ni a sufrir, ni a padecer, solo a ganar, que es la mayoría de las veces, y a rozar la gloria, pero nunca palpita el corazón como en Castellón. Por eso a Pepe Moré la cardiopatía es consecuencia de su sufrimiento, porque es un entrenador de raza, que grita, que siempre está de pie, que conoce el barro, y que todos los domingos se gana el sueldo ideando estrategias o buscando un once de la nada y obtener los resultados que ha logrado este año. Pepe, recupérate porque el miércoles vamos a disfrutar. Ánimo. Pam, pam, orellut!

Periodista