El Banco Mundial acaba de presentar un informe sobre Latinoamérica en el que incluye una novedosa interpretación económica sobre la relación entre pobreza y crecimiento, en la que se abandona el término en desarrollo para clasificar a parte de los dos centenares de países que integran este organismo de la ONU, que, junto con el Fondo Monetario Internacional, es el principal vigilante de la economía del planeta. Una frase que han destacado los autores del texto ha galvanizado su contenido: "La pobreza es negocio". Es eficaz, pero no refleja lo que contiene, desde el punto de vista ideológico, el informe presentado en Madrid. Estamos ante una rectificación largamente esperada de las causas de la pobreza y de cómo combatirla. La receta había sido hasta ahora que el crecimiento era el único camino de los países pobres para abandonar el furgón de cola de la prosperidad. Al aplicar esos principios a Latinoamérica se ha comprobado que deben revisarse.

El Banco Mundial, por fin, ha sabido dar la vuelta a este círculo vicioso y ha enviado un mensaje que merece repercusión también mundial: el crecimiento económico es necesario, pero no suficiente, para reducir la pobreza. España no es ajena a este aviso, porque está entre las primeras potencias inversoras en Latinoamérica. Lo avisó el Cículo de Economía hace una semana: es la pobreza la que impide el crecimiento, no es el crecimiento por sí mismo lo que ayuda a erradicar la pobreza.