Si hace una década se hubiera anunciado que el paro en España podía reducirse a cifras cercanas al 8%, se hubiera dicho que era un objetivo muy difícil, solo alcanzable si la economía marchara viento en popa y hubiera más españoles dispuestos a trabajar. De cómo se han cumplido con creces esas expectativas, que nos han puesto al nivel de la Europa más desarrollada, pero por una vía inesperada, da fe la publicación de la última encuesta de población activa (EPA). Corresponde al último trimestre del 2006, pero aporta la secuencia de todo el año, salvando los picos que aportan los datos trimestrales en la economía española, muy dependientes del periodo veraniego en la creación y supresión de empleos.

El retrato de la EPA difundido ayer por el INE desarma unos cuantos tópicos. El principal, que en España nunca podría haber más de 20 millones de personas ocupadas, cuando hace 10 años se suspiraba por dar trabajo a un máximo de 16 millones, contando con la progresiva incorporación de la mujer al mercado de trabajo. La superación de la barrera de los 20 millones ya es realidad, lo que minimiza el envés del dato, que hay aún 1,8 millones de demandantes de empleo que no lo obtienen. La principal explicación de este fenómeno viene de otros datos conocidos hace pocos días: el crecimiento económico español se ha basado en el fuerte aumento del consumo interior. Además, hay más hogares con más de un ingreso.