Esta semana se celebra Fitur. Madrid se convertirá durante unos días en el referente de los mercados turísticos a nivel nacional e internacional. Estamos ante una de esas ferias en las que se dan cita miles de destinos y productos turísticos. Todos se disputan la capacidad de seducción en una especie de guerra de escaparates. Se supone que todo es rentable y que el esfuerzo creativo y plástico que realizan municipios, patronatos, asociaciones y empresarios, reportará beneficios. ¡Ojalá!

Dicho esto, no faltan quienes consideran que el impacto de esta feria en términos reales es más bien discreto. En su enorme magnitud se anclan precisamente sus inconvenientes. Consideremos que prácticamente todos los países del mundo, más todos los municipios de España y toda suerte de ofertas del más variopinto calado, se concentran durante un breve espacio de tiempo y en un mismo escenario físico. El caudal de sensaciones por minuto que recibe el visitante de esta feria resulta espectacular. Tanto que es francamente imposible descifrar, retener y aposentar un mundo de impactos publicitarios. En esa disputa de estímulos golpeando al consumidor la lógica imperante es sobresalir más que el mostrador colindante. No olvidemos que en un mundo globalizado, quien no es diferente no es nadie. Precisamente la lucha por la diferencia, en términos de emociones y vivencias, constituye una ventaja competitiva en los mercados turísticos de hoy.

Muchos expertos consideran que Fitur puede afrontarse con dos actitudes. O se desembarca con la potencia suficiente como para dar un golpe de efecto que supere la media --ocupada por la inmensa mayoría de los destinos-- o, sencillamente, se acude con un estándar de dignidad y punto, aprovechando la cita para trabajar profesionalmente otro tipo de encuentros. Es decir, renunciando a tirar la casa por la ventana en dispendios que nunca cundirán suficientemente. ¿Por qué? Porque siempre hay alguien a tu lado con la chequera más nutrida que se lo montará mejor. Los municipios prudentes que optan por esta opción pueden y deben buscar las conexiones que brinda esta convocatoria: presencia de touroperadores, cadenas hoteleras, grupos inversores, destinos de los que aprender, etc- Efectivamente, no es menor la oportunidad de ejercer una suerte de espionaje industrial que permita otear el horizonte de la competencia y de aquellos que nos aventajan. Este es un mundo en el que aprender es un desafío constante.

Ante estas dos formas de entender Fitur, se halla otra opción que es la menos seria y la más perniciosa de todas. La opción de la fabulación. Me explico. La opción de aquellos dirigentes políticos que reiteran cada año, feria tras feria, las mismas ficciones sobre nuestra oferta turística. Es el caso de nuestra provincia y sus fantasías arrastradas desde hace más de una década. Algunos llevamos bastante tiempo advirtiendo del peligro que significa perder la credibilidad en los mercados que pretendemos penetrar. El tema es grave porque lo cierto es que somos una tierra prodigiosamente interesante. Pero, ¿creería usted a alguien que llevara 10 años vendiendo el mismo humo?

*Portavoz del PSPV-PSOE de Benicàssim y diputado autonómico