Mucha historia, mucha cultura y muchas leyendas, pero a suciedad no le gana ningún mar. Es el Mediterráneo, según dictamen de los ecologistas de Greenpeace. Pequeño, pero convertido en campeón de la contaminación, acumula más hidrocarburos y residuos plásticos que el resto de los mares. Y mayormente no es culpa de la marinería en tránsito, sino de la población sedentaria de las orillas, lo que supone que los que más lo deterioran son los que más lo podrían disfrutar.

Nos cautivó con la música, el verso y la voz que le puso Joan Manuel Serrat, pero el deterioro no había llegado a sus extremos actuales y salió una versión idílica, que no responde a la realidad terrorífica del presente. Las masas que le admiran y que le cantan agradecerían ahora una pieza que denunciara la acción destructora de los contaminadores. Primero fue el poema, cuando hablábamos con orgullo del Mare Nostrum. Ahora el momento exige la denuncia del desastre ecológico. Si no reaccionamos, la ley del empeoramiento de las condiciones medioambientales se va a cumplir de una manera segura: el 2008 será mucho peor que el 2007. La última esperanza de salvación está en la sensibilidad de Serrat.

Se diría que es el diablo el que ha puesto perversas intenciones en el alma de los campeones de la contaminación. Solo así se encuentra una explicación al extraño fenómeno de que, mientras las sardinas, las lubinas y toda la fauna marina paga caro el precio de la suciedad, una especie repulsiva devore los restos del basurero marino, sin que su organismo se vea dañado. Todo lo contrario: parece que la porquería le sienta bien. Son las medusas, que se han puesto gordas y relucientes como nunca. ¡Adelante, Joan Manuel!

Periodista