La mayoría de las villas se identifican con un nombre de mujer, Pilar, Victoria, Socorrito, Rosario, Lola, Sofía, Amparo, Isabel, Carmen, María, María Luisa, Iluminada, Carlota, Marina, Clotilde, Elvira... Algunas veces, a modo de saga familiar, aparecían rotulaciones con apellidos como Carpi, Pons, Doménech, Oliag, Calduch, Fabregat, Roig, Dávalos, Camilleri, o del Comisario, del boticario Ribes o la ya varias veces mencionada villa dels Culs, diseñada por el pintor Sanchis Yago, aquel famoso retratista de aristócratas, artistas, magnates o personajes de la Casa Real. También han lucido siempre las villas de San José, San Vicente, Santa Cristina o Santa María.

Ya hacia les Platjetes está desde hace muchísimo tiempo la villa Santa María del Mar, que ha tenido según épocas gestores políticos o eclesiásticos. El Voramar, claro, fue merendero, restaurante, villa y, desde 1933, prestigioso y singular hotel. Y, en la carretera, cerca, perduran la villa de los Pinos, María Rosa, Rosita, Don Enrique i villa Rafaela. En la playa dels Terrers hay también espectaculares villas con terrazas sobre el mar y otras muchas, y de estilos ya más modernos, gran número de villas en la larga Gran Avenida. Aquí, junto a nuestro centro de operaciones donde construimos nuestras torres y castillos de arena, quiero citar a la Villa del Barco, que fuera de José Antolí Querol, cuando en los años 50 se celebró una fiesta benéfica con motivo de una función en el Principal con representación de La educación de los padres, en las que tuve la ilusión de participar de muy joven, empujado por el siempre recordado Manolo Florit. La otra es la villa Dávalos, con semisótano, dos alturas y una pequeña torre a imagen y semejanza de otras villas de San Sebastián y Biarritz, que el arquitecto Maristany construyó para la familia Dávalos, cuya fundación es ahora la propietaria, aunque luce el restaurante Jotas, de Merche y Vicente, auténticos concejales de turismo de Benicàssim honoríficos, aunque hay en la casa un personaje entre bambalinas, cuyo nombre no figura en los folletos, y que es el cocinero. Fijaos si es fenomenal el tío que, en mis paellas o fideuàs siempre encuentro mensajes suyos, llenos de cariño y de estímulo para mí. Aunque el papel venga a veces un poco manchado de aceite o suquet de gambas.

Todo esto lo escribo en el fondo a modo de homenaje a quien desde el Ayuntamiento ha tenido la idea de iniciar una campaña denominada Visitas guiadas por las villas. Espero que los monitores sorprendan a quienes les escuchan con historias apasionantes y bellas, a tono con este entorno para el que el periódico Heraldo de Castellón publicó unas normas a modo de Decálogo del bañista, por el que se recomienda que antes de entrar en el agua del mar, el cuerpo debe estar completamente descansado, incluso la piel desprovista de sudor. Aquello era el mes de julio de 1905. Así que, con vuestro permiso, me retiro a descansar.