Los reconocimientos son, en muchos casos, el resultado de trabajos bien realizados, como premios a un buen hacer o simplemente un distintivo que verifica el cumplimiento de una serie de requisitos, voluntarios, marcados de forma consensuada y en muchas ocasiones de forma normalizada. Es el caso de las distinciones cuando se cumplen las Normas ISO 14001 de Gestión del Medio Ambiente y las banderas azules a las playas. Para lograrlos se requiere cumplir una serie de requisitos, hacerles el seguimiento y garantizar su consecución de forma continua ya que, de lo contrario, se pierde el reconocimiento o "galardón" como prefieren llamarlo otros.

Este tema es muy conocido en el mundo empresarial con las normas de todo tipo, no sólo las mencionadas ISO 14001, también en las populares ISO 9001 de calidad, las Ohsas 18001 de gestión de la prevención de riesgos laborales, las de seguridad en máquinas, las referidas a la seguridad alimentaria, etc. etc.

Pero es en el terreno turístico y más concretamente en el de playas donde se da una paradoja extrema y de forma concreta en el de las banderas azules. Los requisitos se marcan y existe un momento fijo de verificación, pero es en el seguimiento donde se produce la debacle. Veamos un ejemplo. Imaginemos una playa de unos 300 metros de larga con todos los equipamientos adecuados para conseguir dicha bandera. Dispone, la mencionada playa, de un lugar (uno único) de toma de muestras para el análisis de aguas (el más relacionado con la salud humana) y se encuentra, como parecería lógico, en el punto medio de su longitud. Hasta aquí todo parecería lógico pero se dan una serie de circunstancias, a saber: la toma solamente se realiza una vez a la semana y en dicho punto medio, cuando existe un lugar de vertido de aguas en uno de los límites de la mencionada playa que, además, es el que concentra mayor cantidad de bañistas.

Aquí radica la verdad a medias. La toma de muestras, hoy en día, está más que resuelta a nivel de representatividad de la misma y buena prueba de ello son las correspondientes a partículas en suspensión. Se pueden tomar muestras en muchos más sitios y en muchas más ocasiones. En último extremo hay que recurrir a tomar la muestra allí donde más sensible sea el posible impacto, bien por localización del mismo o bien por la afectación de las personas. Pues va y no, no se toman muestras en dicha zona y, claro, las tomadas 200 metros más allá resultan aceptables, de lo que los sesudos analistas deducen que el vertido no afecta. Increíble pero cierto. Pongamos que hablo de- Moncofa.

El tema de fondo no es el merecimiento, o no, de la bandera azul. El problema reside en las causas originarias de los vertidos en dicha playa y que, lamentablemente, nos afectan a los vecinos y visitantes. Además, con la agravante de disponer de certificación ISO 14001 que obliga a evaluar los aspectos e impactos medioambientales, es decir, a conocer los posibles o potenciales causantes de impactos e, inevitablemente, a conocer sus efectos. El tema se repite un año más y no hay evidencia de la evaluación de los aspectos. Los impactos ya los sufrimos y, al parecer, las soluciones definitivas no llegan. Un ejemplo más de desarrollo no sostenible.

Se trata, pues, de verdades a medias ya que, como cualquier lector entendido en el muestreo, su representatividad estadística, los aspectos e impactos medioambientales, la imposibilidad de recurrir a la dilución como solución, etc. puede fácilmente comprender, este sistema de garantizar el resultado de la calidad del agua es, cuando menos, mediocre por no decir chapucero.

Director gerente de QPT Consulting