El sector inmobiliario se ha convertido en el principal motor de la economía castellonense gracias a un proceso de actividad que, a lo largo de los últimos meses, no ha hecho más que crecer. Sin embargo, la tan temida burbuja inmobiliaria parece que ha tocado techo y ha comenzado a desinflarse. Esta realidad que se ha constatado a nivel general en el conjunto de España --basta ver los valores bursátiles que están registrando algunas compañías del gremio-- no es ajena a Castellón, donde la situación es, una vez más, mejor que en el resto del país, pero donde la desaceleración también se deja sentir en aspectos como el estoc de viviendas nuevas que no encuentran propietario en el mercado o en el incremento del paro.

Los empresarios, con su previsión habitual, han comenzado a lanzar los primeros mensajes, considerando que un descenso en la actividad del ladrillo debería cubrirse con un incremento del esfuerzo en obra pública. El objetivo no es otro que compensar el posible descenso del ladrillo con una nueva fase inversora en obra pública. La provincia de Castellón tiene muchos proyectos abiertos, pero su ritmo de materialización va más lento de lo deseable. Sería bueno que se fueran despejando, ahora más que nunca, porque si necesarios son para mantener el crecimiento y la competitividad de la provincia, más lo son ahora para que Castellón no deje de estar en su hasta ahora idílica situación de pleno empleo.