Cuando cada mañana sacamos de la mochila la gran llave, una llave como aquellas de caserones con bruja, y nos disponemos a abrir la playa de la Almadraba donde plantamos nuestras torres de arena, observamos que siempre hay alguien, hombre o mujer, chica o chico, que busca compañía mirando con ansiedad hacia los cuatro puntos cardinales de la playa. Y es que siempre existe en el mundo una persona que espera a otra, ya sea en el desierto o enmedio de una gran ciudad, también a la orilla del mar. Y cuando esas personas se cruzan y sus ojos se encuentran, todo el pasado y todo el futuro pierden completamente su importancia. Para ellos solo existe aquel momento.

También un día, el director de cine Luis García Berlanga, con su aureola de triunfador con su Bienvenido Mister Marshall se le vio buscando exteriores para su nueva película y tomó la decisión, asesorado por los especialistas de Cifesa, de rodar Novio a la vista en el entorno del hotel Voramar. Corría el año 1953 y la película, en la que participaron gran número de extras o figurantes, vecinos de Benicàssim y especialmente de Castellón, está ambientada en tiempos de la Primera Guerra Mundial, años 1914 y siguientes, cuando unas familias vinieron a pasar las vacaciones de verano en estas playas, que el guionista bautizó como "Lindamar". Una clara trama social sobre la incomprensión generacional, fue el argumento. Ocurrió entonces que como en Benicàssim no había plazas hoteleras suficientes, ni siquiera debajo del puente, gran parte del personal que rodaba la película, tuvo que alojarse en villas y casas particulares, con la convulsión y el jolgorio que ello causó. Mucho después, ya en los años 90, Berlanga también eligió nuestras playas para rodar la serie televisiva sobre la vida de Vicente Blasco Ibáñez. Y de nuevo actores, cámaras, curiosos y camionetas de material de filmación llenaron el entorno del Voramar. Nuestra Villa Elisa era la réplica de la casa de Blasco Ibáñez en la Malvarrosa y la fotogénica Villa Victoria fue Fontana Rosa. Todos estos sucesos provocaron que las playas de la Olla de Benicàssim, se vieran muy animadas. Había esperanzas y hasta sueños por aquellas películas.

Por otra parte, mucha gente tuvo ocasión de conocer más de cerca el mar, el desnudo aroma del agua, como lugar de partida --o de regreso-- de tantas cosas... Es adentrarse en la metáfora del viaje. Pero, ¿qué viaje es ese que dispone de billete de vuelta? Y es que hay viajeros que olvidan lo fascinante que es el viaje del dedo por el mapa, real o imaginario. Trazan el mapa en el tiempo y los días se llena de gramófonos portátiles, de esmóquines de alpaca o de guardarropía, de tambores con el emblema de Mon Jazz.

Antes, ya le había sucedido a la poetisa María Rosal, premi Tardor, aquella que, en su Discurso del método, ya nos aseguraba que se había acostado con todos los héroes que había conocido, Ulises incluido, el de la mosquita muerta de Penélope...