Las relaciones entre el Gobierno español y el Vaticano gozan de buena salud, lo cual no deja de ser sorprendente tras la enorme bronca entre los socialistas y la Conferencia Episcopal Española (CEE). El presidente Rodríguez Zapatero cenó el jueves en la Nunciatura con el embajador vaticano, Manuel Monteiro de Castro, y de lo que ha trascendido de la larga velada cabe deducir que el clima de diálogo y el respeto mutuo se impusieron. Los reproches del líder socialista quedan para los obispos españoles. Pero con la Santa Sede, máxima cordialidad.

Se trata de una estrategia que pretende desmentir que el PSOE esté en guerra con la Iglesia, pese a haber impulsado algunas leyes que no han gustado a la jerarquía católica. La buena sintonía con el nuncio busca remarcar que son los obispos, y en especial el sector más duro, liderado por Antonio Rouco Varela, quienes han tratado de interferir en la vida política con ataques a leyes y acciones gubernamentales que, según ellos, "disuelven la democracia". No es extraño que algún obispo como Fernando Sebastián hayan tachado de "poco propicio" el encuentro entre el nuncio y el presidente por producirse en "tiempos electorales".

Lo que está por ver es si el desafecto entre Gobierno y CEE va a llevar a una revisión de las condiciones de las que disfruta en el país la Iglesia católica, si los socialistas gobiernan tras el 9-M. De momento, el lenguaje oficial es digno de la diplomacia vaticana.