Eentre cuitas política avanza con lentitud el AVE hacia la provincia de Castellón. Con una parsimonia exasperante para los ciudadanos y distintas visiones según el color ideológico de los políticos, prosiguen los trámites que harán que, algún día, el tren más veloz que existe en España llegue hasta nuestras comarcas.

Durante los próximos años asistiremos a polémicas más o menos interesadas sobre quién tiene la culpa de que el tramo de Castellón a Valencia se eternice en el tiempo y que su prolongación hasta Cataluña sea más un sueño que una perspectiva real basada en datos objetivos.

Una provincia con AVE es otra provincia. Así lo demuestran las experiencias acumuladas en casos precedentes. Ayer mismo, la patronal castellonense lamentaba la pérdida de oportunidades frente a ciudades como Valladolid, que ya ha visto satisfecho su sueño de ser un eje privilegiado de la comunicación ferroviaria. Junto al convoy, llegan a las ciudades desarrollos urbanísticos alrededor de sus estaciones --Castellón ya ha vivido ese boom--, turistas que verán nuestras costas más cercanas, posibilidades de trabajo, profesionales que cambiarán el avión por este medio de transporte... y un largo etcétera de posibilidades de crecimiento que no se experimentarían sin el AVE.

Castellón está perdiendo este tren, así que quien gane las elecciones deberá activar su construcción. Es fundamental.