A la segunda fue la vencida. Javier Bardem, candidato en el 2001 por Antes que anochezca, ha ganado siete años después el Oscar al mejor actor secundario y ha hecho historia al ser el primero que consigue un intérprete español. Su inspirada recreación del asesino en serie en No es país para viejos ha hecho que se llevara con justicia la preciada estatuilla. El galardón ha certificado, además, la imparable carrera de este versátil actor capaz de dar vida con igual brillantez a personajes tan dispares como el parapléjico Ramón Sampedro de Mar adentro, al escritor y disidente cubano Reynaldo Arenas o al psicópata de la película de los hermanos Coen que le ha dado el premio. Triunfo balsámico que ayudará a potenciar la imagen de un cine español en crisis. La oportuna dedicatoria de Bardem a la familia artística de la que procede y a la dignidad los cómicos de España, últimamente denostados desde las filas del PP, sirve de altavoz para catapultar la imagen de un país con creadores de talento, pero carente de los recursos de la máquina hollywoodiana. Y en la misma línea, la 80 edición de esta gala ha resaltado el cada vez más relevante peso del cine europeo, que tuvo su noche con las estatuillas concedidas, además de a Bardem, a Daniel Day-Lewis, Tilda Swinton y Marion Cotillard.

No podemos pasar por alto el triunfo de la cinta de los Coen, que ha logrado cuatro de los premios importantes: película, dirección, guión adaptado y actor de reparto.