Querido lector, María la rumana, no es el nombre de una de esas coplas que con tanta delicadeza cantaba el inolvidable Carlos Cano. María la rumana, que realmente se llama María S. , es una mujer inmigrante que trabaja en el servicio doméstico y que con mucha paciencia cuidó a mi madre hasta el día de su muerte. Pero, independientemente de que no sea una canción y sí un ser vivo, real, imagino que, como la de tantos inmigrantes, su vida está tan llena de desarraigo y melancolía que seguramente daría para escribir un melancólico fado o un triste bolero. No obstante, mi intención en este artículo solo es la de usar con respeto el nombre de María y, por la dignidad en el trabajo de todas las mujeres rumanas, dar a conocer que en Valencia se acaba de constituir una plataforma con el objetivo de luchar por la Igualdad de Derechos de las Empleadas de Hogar en general y, en particular, por las trabajadoras inmigrantes de este sector.

Y es que una parte del colectivo de inmigrantes que llega a España, el de mujeres, se concentra en el servicio doméstico. Parece ser que mientras la población envejece y aparecen situaciones de dependencia, la mujer española, la persona que en el ámbito de la familia seguía realizando esas funciones, se incorpora al trabajo y sale a la calle. Por ello, se quedan al descubierto necesidades sociales que ahora cumplen mujeres inmigrantes. Además, la dificultad o dependencia que comporta este trabajo, el nivel de vida que alcanzan las españolas y la creciente presencia de mujeres inmigrantes, son factores que sirven de estímulo al aumento de la demanda de las mujeres inmigrantes en este tipo de labor. Tanto es así que podemos decir que en toda España, y aunque la Seguridad Social solo da como inscritas unas 277.000 (el 58% son inmigrantes), la realidad viene diciendo que existe más de 600.000. Mujeres, españolas y no españolas, que se acercan al servicio doméstico porque no tienen o no encuentran otra cosa o, simplemente, porque es la única opción para conseguir papeles. En cualquier caso, un sector con una regulación que, además de obsoleta, no se cumple, que no tiene el mismo estatus jurídico que el resto de trabajos, que está mal considerado socialmente y poco remunerado. De ahí la importancia que tiene que se haya constituido una Plataforma para la Igualdad de Derechos de las Empleadas de Hogar.

Pero, lo que es más llamativo y triste a la vez, lo que provoca indignación y desesperanza, al menos para uno de Castellón, es ver que mientras en la plataforma (que se compromete en ganar la superación del obsoleto real decreto que regula el sector) tienen presencia las más importantes entidades valencianas (oenegé, sindicatos, centros de estudio, etc-), no aparece ninguna de las asociaciones de inmigrantes rumanos de Castellón. Ni una. ¿Dónde están? ¿A que se dedican sus dirigentes? ¿Por qué no acaban con el flirteo con los políticos y se emplean en defender a los inmigrantes de su país? En cualquier caso, deberían rectificar y adherirse. Entre otras cosas, porque si bien es cierto que mi María la rumana, mi María S-, superaba con creces las condiciones del actual decreto e, incluso, las propuestas que se solicitan ahora, hay muchas Marías rumanas que necesitan su ayuda, que sufren una triple discriminación, como mujeres, como inmigrantes y como trabajadoras.

Experto en extranjería