Solo faltaba la fecha de la ruptura de una barrera simbólica, y fue ayer. Un barril de petróleo Brent ya se cotiza, con sus oscilaciones de mercado, a una media de 100 dólares. Los europeos nos vamos a enterar menos de lo que cabría temer de estas alzas porque en el mismo mercado especulador, que vincula materias primas y la moneda con la que se pagan, el tipo de cambio del euro con relación al dólar, también ha experimentado el récord de 1,51 dólares por euro.

La principal causa para que el precio del petróleo siga al alza no es ni su escasez ni su excesivo consumo. En el origen está la crisis financiera de Estados Unidos, que está contaminando a toda la economía del planeta. Y como el petróleo se sigue pagando en dólares, los indicios de que las autoridades monetarias pueden seguir bajando los tipos de interés ha propiciado el efecto encadenado: el precio del barril de petróleo aumenta para no perder cotización en una divisa débil, y el euro alcanza un tipo de cambio récord por ser la moneda de refugio cuando las cosas en Estados Unidos van mal. La valoración de los efectos para España de la alta cotización del barril de petróleo debe ser cuidadosa. Necesitamos más carburantes que nuestros socios de la UE, porque tenemos más transporte por carretera y más centrales energéticas que funcionan con fuel. Es esta dependencia, y cómo reducirla, una asignatura pendiente y acuciante que tampoco ha merecido demasiadas propuestas en la campaña electoral.