José María Aznar ha reivindicado una mejoría en la situación de Irak, pero no aporta datos concretos que avalen esa pretensión. Con igual simpleza con que lo hace el presidente de EEUU al hablar de buenos y malos, el expresidente español dice que "el mundo está mejor sin los talibanes y está mejor sin Sadam Husein". Nada sobre los muertos de Irak, desplazamientos masivos, la destrucción del país y sus infraestructuras.

Aznar sigue pareciendo un eco de las palabras de Bush, el presidente norteamericano que le permitió poner los pies encima de la mesa de su rancho tejano. En el código cowboy, debe de ser el gesto de máxima confianza de un anfitrión con su huésped. A Aznar aún le dura la cara de satisfacción; el acento tejano, afortunadamente, ha desaparecido.

Las consecuencias de la vinculación de España a la guerra de Irak, inmortalizada en la foto de las Azores, todavía las siente el PP. Allí empezó el declive electoral del partido conservador español, cuyos últimos frutos acaba de recoger Mariano Rajoy en forma de encomienda de cuatro años más de oposición. La Liga de primera división en la que nos quería meter el presidente Aznar para jugar con EEUU en el mundo ha terminado por suspenderse por la bajada de popularidad de Bush, que agota su mandato sin capacidad de reacción.

La guerra de Irak ha convertido ese país en un santuario de Al Qaeda, ha distraído esfuerzos de Afganistán y ha cargado los resentimientos del mundo islámico contra occidente sin aportar ninguna solución. El contencioso de Israel con Palestina atraviesa uno de los peores periodos de su larga historia. Irán reta a Occidente sin que exista una respuesta diplomática suficiente. La foto de las Azores no es ahora más que el reflejo de una pesadilla que probablemente solo sirve para el álbum familiar de un expresidente del Gobierno de España noqueado por su propia trayectoria.

Periodista