Un ciego, David Paterson, ha sido nombrado gobernador del Estado de Nueva York. Ciertamente, pocos son los discapacitados que llegan a desempeñar cargos de tan alta responsabilidad, ya sea en EEUU, ya en Europa, ya en cualquier otra parte de nuestro planeta. El hecho tiene su buena carga de lógica: si pocos son los ciudadanos, en general, que llegan, por ejemplo, a ministros, menos han de ser los que lleguen a esos cargos si nos referimos a un pequeño colectivo como el de la discapacidad.

El CERMI --Plataforma representante de la mayoría de los discapacitados españoles-- ha manifestado su disconformidad con la escasa presencia de personas con discapacidad en los parlamentos y en las esferas gubernamentales y políticas. En estas últimas elecciones generales, ha salido elegido un solo diputado de los trescientos cincuenta de la Cámara legislativa. Igual ocurre en los parlamentos autonómicos, así como en la multitud de puestos de gestión tanto en el Gobierno central como en los de las autonomías. Compartiendo plenamente la postura del CERMI, creo además que la demanda debe dirigirse en una doble dirección: a los partidos políticos, pidiendo más integración política, y a los propios colectivos de discapacitados, exigiendo preparación e implicación en la política a sus miembros. Así pues, la presencia activa de discapacitados en parlamentos, equipos de gobierno y demás niveles administrativos políticos de nuestro país deberá ser el reflejo de una integración sociocultural y laboral plenas. Primero estudio, universidad, reivindicación, trabajo, integración, penetración en el tejido social, cultural y político; después, aquellos discapacitados que valgan y quieran los veremos ocupando puestos de relieve en los ámbitos de alta política.

Lo bien cierto es que, actualmente, solo barreras mentales pueden impedir en España o en nuestra Comunitat que una persona ciega, sorda o en silla de ruedas llegue a ser president, ministro, presidente de la Cámara Legislativa, conseller o Defensor del Pueblo.

Exdiputado autonómico