Resulta innegable que la comunicación intercultural se vuelve cada día más necesaria, teniendo en cuenta que Europa es lugar de destino de muchas personas que dejan sus lugares de origen para buscar una oportunidad de la que carecen en sus países, principalmente por motivos económicos, conflictos bélicos o algún tipo de situación desfavorecida.

A la población inmigrante se le pide que atienda a las normas y deberes de los ciudadanos del país en el que residen, pero no es menos cierto que tienen derechos como usuarios de los servicios públicos, pues con su trabajo contribuyen al nivel de bienestar colectivo. El acceso igualitario a los servicios públicos como derecho humano fundamental implica también el derecho a entender y ser entendido en cualquiera de estos servicios, un derecho que se minusvalora o directamente se vulnera en situaciones cotidianas.

Esta realidad, día a día, revela las necesidades y carencias de la sociedad receptora de grupos inmigrantes, en lo relativo a la comunicación y convivencia entre culturas. La dramatización del fenómeno de la inmigración, sobre todo a nivel mediático, que en numerosas ocasiones tan sólo la representa desde las páginas de sucesos, desde el estereotipo y, casi siempre, el desconocimiento, sirve de cortina de humo que nubla una realidad que abarca innumerables factores y que a muchos les hace olvidar que los y las inmigrantes son personas, con sus aspiraciones y sus necesidades, mucho más semejantes a nosotros de lo que creemos, a pesar de las diferencias culturales.

EN ESTE SENTIDO, la mediación interlingüística e intercultural, como terreno donde confluyen la mediación intercultural y la interpretación en los servicios públicos, configura una nueva profesión, interdisciplinaria, que implica la intervención de un/a profesional mediador/a, que sirve de puente comunicativo e informativo, que conoce tanto el sistema y costumbres de la sociedad de acogida como la idiosincrasia de las culturas de origen de los ciudadanos procedentes de otras culturas. En España, esta profesión se está convirtiendo en realidad a ritmos distintos, de forma desincronizada y bastante tibia: la formación que se ofrece es todavía escasa y no está sistematizada, la delimitación entre el perfil y las competencias para la mediación intercultural y la interpretación no está del todo consensuada, y el reconocimiento laboral es escaso o sencillamente nulo.

Los motivos que conducen a esta situación son diversos: por un lado la falta de voluntad institucional para abordar esta situación, y, por otro, la falta de propuestas formativas que incidan en las necesidades de este nuevo perfil profesional integrado, que podríamos denominar mediador-intérprete.

Desde el Grupo CRIT del Departamento de Traducción y Comunicación de la Universidad Jaume I, llevamos unos años trabajando, desde la formación específica, en el terreno de la mediación intercultural y la interpretación en los servicios públicos, concretamente los sanitarios, que, tanto en la Comunitat Valenciana como en el resto del país son, a nuestro entender, los más desprotegidos en cuanto a provisión de servicios comunicativos interculturales. La formación es un paso absolutamente necesario, bien para dotar a la gente que ya está trabajando (en la circunstancia que sea, dentro de la improvisación con la que se están cubriendo las necesidades en muchos casos) de conocimientos y habilidades para desempeñar estas tareas, o bien para comenzar a especializar a personas que tengan una base competente de conocimiento de lenguas extranjeras desde la perspectiva de la traducción-interpretación, motivación y experiencia intercultural. Formación como base sustancial para reivindicar la profesionalización de esta figura, necesaria en sociedades que se asuman como múltiples y no cierren los ojos ante la realidad diaria. Por ello, desde una perspectiva integradora que trabaja desde el maridaje entre la mediación intercultural y a la interpretación sanitaria, nuestra apuesta ha sido poner en marcha un curso de formación específica que culmina con las prácticas del alumnado en hospitales y, en el mejor de los casos, en una beca ofrecida por la Conselleria de Sanidad.

Pero las prácticas y las becas no son una solución. Son un parche- más bien, un remiendo. Tampoco podemos calificar de solución la relativamente reciente puesta en marcha de las agencias AMICS (Agencia de Mediación para la Integración y la Convivencia Social) hace poco instauradas en diversas ciudades de la Comunitat Valenciana. Les falta personal, garantías de consolidación laboral y diálogo con las instituciones formativas, entre otras cosas.

NO EXISTE, lamentablemente, hasta el momento, una política consistente de inmigración, sino la expansión de un modelo económico de gestión del mercado laboral. En este sentido es necesario, cada vez más, pensar en la inmigración en términos humanos, sociales y culturales, no meramente económicos, y gestionar políticas de integración que tengan en cuenta a las personas, tanto a las que llegan como a las de la sociedad de acogida, con vistas a construir una auténtica sociedad intercultural, de conocimiento y respeto por el otro. Para ello, una vía de interés radica en potenciar la figura profesional del mediador interlingüístico e intercultural, abrirle un espacio reconocido en los servicios públicos.

La interpretación y la mediación intercultural son un puente entre culturas, al tiempo que puerta de acceso a los servicios públicos para seres humanos que llegan de contextos desfavorecidos y viven en situaciones en su inmensa mayoría también precarias en las sociedades europeas. Unas sociedades industrializadas, mercantilizadas y capitalistas que los necesitan para trabajar y levantar economías, pero que en ellos no ven personas sino mano de obra, y que en muchas ocasiones miran hacia otro lado o solventan las complicaciones sin planificación previa cuando estas personas acuden a un servicio público.

La población inmigrante se convierte en "problema" en los discursos políticos y mediáticos cuando se evidencia que forma parte de la ciudadanía del país de acogida, y acude, como todo ciudadano, a un servicio público. Entonces se dice de ellos y ellas que, por ejemplo, "colapsan las urgencias de los hospitales", para fortalecer a su alrededor una imagen de conflicto. ¿Pero por qué nadie se pregunta quién le explica a la población inmigrante cómo hacer uso de los servicios públicos? ¿Alguien se pregunta si existe un protocolo de acogida? ¿Si estas personas saben cómo manejarse en este sistema, nuevo y desconocido para ellas? ¿Alguien ha intentado ponerse en su lugar- sólo por un momento?

LAMENTABLEMENTE, por mucho que en las sociedades contemporáneas mucha gente se llene la boca hablando de solidaridad, interculturalidad, cooperación y grandes proyectos, en muchas ocasiones desde la simplificación o la mera superficialidad, lo cierto es que lo más frecuente sigue siendo elegir la confrontación (real, mediática o del tipo que sea) o aislarse tras una muralla y no querer ver ni saber. Escoger la vía del diálogo intercultural es una apuesta por la que todavía no se trabaja en profundidad, ni se reflexiona, ni se actúa- ¿Hasta cuándo? ¿Cuándo le daremos al diálogo la importancia que merece?

Departamento de Traducción y

Comunicación. Universitat Jaume I