Querido lector:

Hoy inaugura curso la Universitat Jaume I con unos retos importantes. La adecuación a Bolonia, que supone reordenar y modificar su mapa de titulaciones para otorgar más protagonismo a la especialización del posgrado y el máster; el impulso al parque científico y empresarial y la finalización del actual campus; y una consolidación de las relaciones con la sociedad donde se ubica, la ciudad y la provincia de Castellón, son quizá los más importantes.

En el primer aspecto, los deberes se están haciendo, quizá por delante de la mayoría de universidades españolas, mucho más atrasadas en ese proceso de convergencia europea cuyo horizonte es el 2010/2011. En el segundo, los pasos ya dados se irán haciendo realidad con la construcción física de las primeras empresas.

Pero es el tercero, el más social, el que parece más endeble. No en cuanto a la interconexión de la UJI con las empresas a través de estudiantes en prácticas, la Fundación UJI-Empresa o el patrocinio empresarial, sino en cuanto a la presencia real, estudiantil, en la vida ciudadana de Castellón, a través de sedes universitarias en el entramado urbano, como la residencia de la antigua Audiencia o el uso del antiguo edificio de Hacienda, el primero ya firmado, pero el segundo aún en el aire.