La crisis que vive el sector de la construcción, con caídas de las ventas, descensos en los precios de las viviendas y serios problemas de liquidez --y la traducción de todo esto en lo que respecta a los pedidos de azulejos--, junto al abandono de muchos campos de cítricos, está modificando el mercado laboral de Castellón. La mayoría de los ciudadanos extranjeros que han acudido a nuestras comarcas en los últimos años para trabajar se han incorporado al sector del ladrillo, y ahora las empresas no pueden mantener a todos en plantilla.

Un serio dilema al que los almacenes de naranja han tenido que responder con carteles en sus respectivas fachadas indicando que no tienen necesidad de más trabajadores. Y es que las colas solicitando un empleo no se recuerdan en estos lares.

Ahora mismo, el problema principal de la mano de obra es, precisamente, su falta de formación. Es decir, tenemos cientos de peones y obreros, que incluso están dispuestos a recolectar cítricos, en una sociedad que debería abogar por la tecnología, la productividad y el trabajo de calidad. Pero no. En algunos sectores seguimos con técnicas más propias del siglo XVI.

Esta masa trabajadora ha llegado a un punto en que ya no es tan necesaria. Es decir, o se reciclan y reciben una formación adecuada, o van derechitos a engrosar las listas del paro. Las tasas más altas de desempleo se dan entre el personal no cualificado y en otros sectores que actualmente están de capa caída.