A veces, los milagros vienen mal, y si no que se lo pregunten a Andy Lees, al que le diagnosticaron un cáncer terminal. Este escocés de 72 años, una vez aceptada la noticia de su más que próxima defunción, decidió repartir todos los ahorros de su vida entre sus hijos y nietos, pagó por adelantado el funeral y la lápida y, por último, repartió el resto entre los amigos. En la actualidad, pasados unos meses, los médicos le han dicho que todo es un error inexplicable; que no es cáncer. Ahora, está arruinado.

Más o menos lo mismo que le ocurrió a John Brandrick, un inglés de 63 años, al que le diagnosticaron un cáncer de páncreas. Brandrick opinó que la generosidad empieza por uno mismo. Así que abandonó su puesto de trabajo, dejó de pagar la hipoteca y se gastó una pequeña fortuna en restaurantes y hoteles. Ahora, también está arruinado. Cada uno, ante la misma noticia, tomó un camino diferente. Negligencia o milagro, lo cierto es que ambos tienen que comenzar de cero en esta segunda oportunidad que el destino les tenía reservado.

Psicólogo clínico