Los penosos incidentes que se vivieron el sábado en Montjuïc en el partido de fútbol entre el Espanyol y el Barcelona deben abrir una nueva reflexión sobre la violencia en estos acontecimientos. El lanzamiento de bengalas pudo provocar una tragedia. No fue así, pero cabe analizar el comportamiento de los Mossos, del club anfitrión y de jugadores y directivos de los equipos.

Agentes de la policía catalana no hicieron nada mientras, camino del campo, los grupos radicales lanzaron bengalas, y lo que es peor, no detectaron que algunos accedieron al recinto con artefactos pirotécnicos. Una vez lanzadas dentro del estadio, los mossos decidieron no intervenir para evitar avalanchas y se centraron en identificar y detener a quienes las arrojaron.

Pero tampoco los servicios de seguridad del Espanyol funcionaron bien. Ellos son los responsables de los controles en las entradas y de la ubicación de los grupos potencialmente peligrosos. Tampoco el presidente del Espanyol, Daniel Sánchez Llibre, tuvo su mejor día al decir, en caliente, que la liga "está prostituida", lo que remite a una actuación arbitral premeditadamente favorable al Barça.

Finalmente, es vergonzoso que algunos jugadores del Barça celebraran el triunfo con el sector de aficionados que provocó los incidentes. Los futbolistas tienen una gran responsabilidad en acabar con esta lacra y reír las gracias es un error gravísimo.