Los congresistas norteamericanos dijeron no al plan de Bush para sacar del marasmo al sistema financiero norteamericano, al que están enchufados, sin excepciones, el resto de países del mundo, desarrollados o emergentes. No se esperaba este revés, tras el anuncio del domingo de los dirigentes demócratas y republicanos de que había un principio de acuerdo, en el que se ponían límites a la pretensión del secretario del Tesoro americano, Henry Paulson, de tener un poder total sobre la disposición del dinero público --700.000 millones de dólares-- para sanear la banca privada de EEUU por la vía de comprar sus malas inversiones.

Por otra parte, el pasado fin de semana se ha vivido en el corazón de la Europa del dinero las mismas sensaciones que desde hace meses suceden al otro lado del Atlántico. El principal banco belga ha sido intervenido por los gobiernos del Benelux. Del virus incubado en Wall Street tampoco se han escapado algunas entidades alemanas. Que la receta de Bush aún no era creíble lo prueba que, una vez más, el Banco Central Europeo y la Reserva Federal han tenido que prestar dinero a los bancos. Pero en el caso de las entidades intervenidas por el sector público europeo hay una explicación común: las inversiones de alto riesgo se deben a las exclusivas malas prácticas de sus ejecutivos, no a una conducta general el sector. Otra prueba de que en Europa no hay bancos de inversión tan insensatos como en EEUU, aunque sí malos gestores.