Hoy, más que nunca, se hace necesaria la asignatura Educación para la Ciudadanía, porque, más allá del envoltorio moralista que la Iglesia católica, seguida al dictado por el PP y toda la derecha neoconservadora, pretende darla, urge empezar a educar a nuestros jóvenes en valores que borren de su imaginario mental el oportunismo, el éxito fácil y el todo vale, que tanto daño están haciendo a la sociedad actual, y tiene su máxima expresión en la actual crisis (se queda corta ya esta palabra) que está viviendo el mundo. Porque no estamos ante una crisis al uso del capitalismo, que se solucione con algunos cambios de maquillaje. No, nos enfrentamos a todo un sistema de valores sociales, políticos y económicos, que se inició en la década de los 80 con Margaret Theatcher y Ronald Reagan, de ultraliberalismo que ha reducido a la sociedad a mera comparsa de los intereses del gran capital, sin control alguno, y que encontró su máxima propuesta en el principio reaganista: "el Estado no es la solución es el problema"; que ha conducido al adelgazamiento del Estado a mínimos, y al mercado como regulador de una economía rendida al beneficio rápido y fácil. Algo a lo que han sucumbido todos los gobiernos de las democracias occidentales, sin remisión.

Por tanto las soluciones meramente economicistas serán parches a un problema de fondo, siendo urgente el fomento de valores como el esfuerzo, la solidaridad, la igualdad, la honestidad, el éxito trabajado, el ocio menos consumista, el desarrollo sostenible, y un largo etcétera, como única forma de encarar el futuro con optimismo y bienestar. No se trata de salir de la crisis sin más, la historia nos enseña que igual que las crisis llegan se superan, se trata de que el saldo de damnificados sea el menor posible, y que las soluciones tengan el calado suficiente, para que, cómo dice el profesor José Vidal-Beneyto en su artículo Bomberos y pirómanos, se produzca "una transformación total del orden capitalista actual". No olvidemos que los únicos que están a salvo de la crisis son los que la han provocado y consentido, y que la esperanza en que no se vuelva a producir depende de nosotros y lo que exijamos a nuestros dirigentes. Esa es la ventaja que da vivir en democracia.

Licenciado en Historia