Querido lector:

El delegado del Gobierno en la Comunitat Valenciana, Ricardo Peralta, ha aprendido pronto a relativizar eufemísticamente el lenguaje, al igual que hizo su mentora, la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, cuando justificó con la forma lingüística de transferencia de agua el famoso trasvase del Ebro de Tarragona a Barcelona en la sequía pasada.

Peralta denomina a las obras que están ahora realizándose de conducción de agua del Ebro hacia el sur de Tarragona, que paran justo en el límite de la provincia de Castellón, en Ulldecona, como cesión de caudales. Dice además que se circunscribe estrictamente al marco de la propia cuenca, por lo que, al igual que hizo De la Vega en su día, argumenta que no es ningún trasvase porque no es de una cuenca a otra.

Ese esfuerzo para modelar la realidad a través del lenguaje no es sino la búsqueda de un enmascaramiento del principio político del NO a trasvasar agua del Ebro a Castellón, como si diera miedo a decirlo.

Si es así que se diga claramente y ya está.

Los agricultores o regantes de Castellón no van a regar sus naranjos o regadíos con palabras, sino con agua. Y según el Gobierno actual, nunca con agua trasvasada del Ebro, aunque precisamente el norte de la provincia pertenezca a la cuenca del Ebro.