El fin de semana pasado, asistimos a una tragedia en Càlig. Una madre, intentando atravesar un barranco con el coche, perdió a su bebé, al ser arrastrado por la corriente. Sin duda, una lamentable pérdida. Pero, en los desastres, también hay otras víctimas ocultas. Los bomberos (el pasado fin de semana realizaron más de 100 servicios), la policía, los médicos, las enfermeras, los psicólogos y los voluntarios también sufren. Se convierten en los efectos colaterales de una tragedia. El personal que acude a una zona cero, a la ayuda de posibles víctimas, no es de piedra. Ellos también lloran, también sufren, sienten la frustración y la impotencia de no haber ayudado más. La mayoría de profesionales que han estado ayudando en una tragedia necesitan acudir a terapias de grupo para poder expresar sus emociones y sus vivencias. Realizar esta terapia los hará menos vulnerables a padecer un trastorno que les puede incapacitar para la ayuda en un futuro desastre. A todo el grupo involucrado en una emergencia se le debe considerar víctima también.

Psicólogo clínico