Incluso los grupos de comunicación más marcadamente progubernamentales reclaman una crisis del Ejecutivo, que tomó posesión hace tan solo 11 meses, para intentar superar la apatía y la indolencia que transmite. Algo tiene que cambiar para que todo siga igual.

El nuevo escenario tras las elecciones del 1 de marzo marca un antes y un después en la política nacional. La victoria popular en Galicia es la viva imagen del hartazgo de una política de derroche y de imposiciones nacionalistas.

En una sola noche, la del domingo 1 de marzo, cayeron dos de los cuatro gobiernos autonómicos en los que la supresión de los derechos lingüísticos era ya una realidad. Y los dos restantes, Cataluña y Baleares, deberán tomar nota de los resultados inútiles de sus políticas impositivas. A esta nueva imagen de cambio posible del partido de Rajoy se añade el abatimiento socialista ante la más profunda de las crisis sobre la que nada entiende, y en la que cada nuevo plan de obra pública la agudiza más todavía, al realizarse con deuda pública y detraer de bancos y cajas los recursos que empresas y autónomos precisan.

La mayoría absoluta de Núñez Feijóo indica una posibilidad de cambio absoluto, y sus primeros anuncios así lo indican.

La recuperación del derecho de los padres a elegir la lengua de educación de sus hijos, que existan libros de texto en gallego y castellano, que se puedan dirigir los niños a los profesores en cualquiera de los dos idiomas y decidir también en cuál escriben los exámenes, son medidas tan lógicas como revolucionarias en el actual momento político.

Si, además, en el País Vasco la victoria relativa del PNV se queda corta para impedir un gobierno del PSE con apoyo de Basagoiti, y que éste ya ha anunciado un decálogo de peticiones, en el que no reclamará sillones, sino libertad de elección de elección de lengua, el fin de las subvenciones a presos etarras o la renuncia al diálogo con la banda asesina, entramado de apoyo al separatismo, será más evidente que nunca que se puede hacer una política distinta.

En este nuevo escenario político, la actual crisis y los cuatro millones de parados, convierten el cambio posible en probable.

Diputado del PP por Castellón