Volver a la ciudad después de unas vacaciones aunque sean cortas, hace que te des cuenta de la clase de ciudad en la que vivimos. Vuelve la contaminación, el tráfico rodado y el peatonal, el ajetreo diario, la rutina laboral y la parada, el estrés de las prisas y de la mala gente que aunque también se va de vacaciones, no descansa. La vuelta te enseña de nuevo una ciudad caótica donde los coches pueden más que cualquier otro medio de transporte. Las bicicletas están de moda en el mundo, en Europa pero no en España. En Holanda hay poblaciones en las que hasta tienen prioridad semafórica.

Castellón nunca fue para las bicicletas. Hasta en las calles peatonales hay señoras, porque lo hacen más las señoras, que llegan a insultar a los ciclistas. La política del ayuntamiento respecto a este tema es un si pero no, un quiero y no puedo. La ampliación de las bases de alquiler de bicicletas (Bicicas), 100 bicicletas más en 26 bases nuevas, se contradice profundamente con la red vial de nuestra ciudad. Aún se ven los primeros despropósitos municipales de querer hacernos rodar entre aceras, peatones y terrazas de cafeterías. Lo último, las ciclo-calles. Calzadas donde los cráneos privilegiados municipales han pintado una raya discontinua y donde los ciclistas tienen preferencia. Todo es un esperpento urbano en el que nada es lo que parece. Se amplían las bicicletas gratuitas para fomentar su uso pero no se habilita la ciudad para acoger de una forma seria y efectiva a los usuarios de las mismas que cada vez son más y que además, ayudan a no contaminar nuestra ciudad. Por lo menos, mucha paciencia y respeto por para todos ellos.

Periodista