Vuelta de vacaciones. Uno cree que tras la Semana Santa, los malos hábitos de comportamiento de los que somos rehenes pueden haber cambiado, por no decir desaparecido. Aunque la pretendida espiritualidad de estos días de supuesto recogimiento interior, queda más para la sempiterna programación de la televisión, en donde año tras año se repiten las mismas películas de argumento religioso y nos hartan de procesiones. Hemos cambiado el tostón de una semana de música clásica que padecíamos durante el franquismo, con perdón para los aficionados a este género música, entre los que me encuentro, por un rosario de películas, que siendo algunas de ellas buenas, no dejan de aburrir en su repetición: Ben-Hur, Quo Vadis, Jesús de Nazareth, etc. Solo falta Marcelino pan y vino, que ha debido caer en desgracia, para completar el tedio televisivo de estos días.

Pero de cambiar nada. Algunos de nuestros dirigentes deben haber pasado las vacaciones en Singapur, porque el acto de contrición de sus vicios políticos se debe haber quedado perdido en algún aeropuerto del camino. Por eso al leer la prensa me quedo estupefacto ante la denuncia de que el recinto de la Ermita de La Magdalena está convertido en un estercolero. ¿Dónde se han metido los grandes defensores del paraje magdalenero? ¿Sí, aquellos que han llegado a pedir la paralización del desdoblamiento de la N-340, en su defensa patriótica de la cultura local? ¿Cómo es posible que lo dejen pudrirse entre basura y olvido? Es que hay vicios que ni la la Semana Santa puede con ellos, y el del fariseísmo es uno de los más arraigados en nuestra sociedad. ¡Manca finezza!

Licenciado en Historia