Mucha gente desconoce que más del 80% de la superficie de la provincia de Castellón está catalogada como rural, según un estudio hecho público por el Ministerio de Medio Rural, cifras que representan que los habitantes de esas zonas deben gestionar la mayor parte del territorio castellonense.

Pero esas zonas rurales tienen un grave problema de despoblamiento y de envejecimiento de su población. Más de una cuarta parte de sus habitantes tiene ya más de 65 años. Para lograr el mantenimiento y la supervivencia de las personas que viven en ese tejido rural hay que ofrecer oportunidades laborales y también dotarlas de los servicios necesarios que requiere una sociedad moderna (mejor transporte, correcta atención educativa y sanitaria, acceso a internet, etc.).

Una de las actividades principales de las comarcas de interior es la agricultura y todo lo que con ella puede servir para diversificar las rentas que provienen de la misma. Pero para que la gente pueda seguir trabajando, hay que hacer una clara apuesta desde las instituciones por hacerla rentable, por incentivar que los jóvenes se incorporen, por hacerla, en definitiva, tan atractiva como cualquier otra actividad.

Las administraciones deben darse cuenta de esta situación. Gestionamos la mayor parte del territorio, pero la mayor parte de las inversiones se dirigen hacia las zonas de costa. Es cierto que en términos de población no hay comparación, pero pocos parecen acordarse del territorio que mantienen y que disfrutamos todos. Un claro ejemplo es el de los pastores, que ante la falta de rentabilidad de sus explotaciones huyen despavoridos en los últimos tiempos. Nadie parece percatarse del riesgo que conlleva su desaparición porque ellos, precisamente, son los principales garantes del cuidado del monte, con su labor nos evitan los temidos incendios forestales.

Si de verdad se decidiera apostar para que agricultores, ganaderos y pastores obtengan rentabilidad en sus explotaciones no habría que invertir grandes sumas de dinero anuales para cuidar las zonas forestales y de montaña. No olvidemos que las brigadas forestales las pagamos entre todos y que en muchas ocasiones son contratados que no tienen nada que ver con el territorio que pisan. La apuesta por el mundo rural es un valor seguro y solo hace falta que se conciencien de ello.

Delegado provincial de la Unió