Nacido en 1914 en la calle Gobernador de Castellón, Pedro Vilarroig Aparici tuvo durante muchos años un apartamento para el verano en la calle Ibiza de las villas de Benicàssim, en el entorno de la playa de Els Terrers. En Madrid, donde vive con su Matilde, la directora del Museo Nacional del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y su hijo, el ingeniero Pedro, ha cumplido los 95 años de edad y todavía me hace llegar --lo ha hecho estos días-- mensajes de su añoranza de Castellón y de Benicàssim.

Considerado como el maestro de los acuarelistas españoles, fundó en 1950 el Consejo Nacional de la Acuarela y es coleccionista de prestigiosos galardones en España y también en Italia, donde está todavía muy bien considerado. En 1997, cuando le tributamos un homenaje en el Ayuntamiento de Castellón me decía que no era muy difícil conseguir una buena acuarela: "Solo hace falta --afirmaba-- quitar o tapar el blanco que le sobre al lienzo, y el cuadro está hecho".

Hoy gusto en dedicarle mis torres y castillos de arena que construyo como cada día en esta playa de la Almadraba, en la torre de San Vicente y el Voramar. Supongo que a mi añorado amigo Toni Viciano le gustará que diga que su pariente Ramón Stolz Viciano es quien inculcó en Vilarroig el apasionamiento por la acuarela quien, por su parte, se consideró maestro de Vidal Serrulla, de Luis Fabra, y sobre todo, de Daniel Traver-Griñó, al que, por cierto estos días le ha dedicado un emotivo homenaje su hija María --sorprendente y original pintora--, titulando su libro de edición municipal en Imágenes-Humor, como La Keta. María Griñó ha estimado que si su padre fue para ciertas creaciones artísticas El Keto, ella está legalizada para firmar como La Keta. Pues eso.

Curiosamente, todos los artistas citados hoy han sido en algún momento de su vida profesores del Ateneo de Castellón, de pintura y de dibujo. Dos alumnas aventajadas, las hermanas Hospitaleche, me acompañan muchos días a la orilla del mar y me ayudan a descifrar los mensajes que nos envía el humo de los barcos. Y esta vez han coincidido con el tesorero de la institución cultural, Pepe Blasco, a quien acompañaba su esposa Carmen del Álamo. Vienen siempre llenos de curiosidad y con la ilusión de encontrar alguna novedad para después lucirse en su tertulia de los apartamentos Alba, en Els Terrers. Bien, pues los Blasco y las Hospitaleche coincidieron con Inés Palmer, cuidadora casi oficial del buen orden en el espigón que une las playas de la Almadraba y la torre San Vicente. Inés Palmer es la nuera de aquel artesano del calzado y concertino de violín, Tomás Viciano Rebollar, el que formó parte con su violín de un sexteto colosal, o la orquesta del Royal, la sala, como saben mis lectores de mayor edad, que después conocimos como Romea, cuyo empresario era el notable artista pintor Vicente Renau Torrent, el abuelo de Mari Carmen Renau, de tan significada presencia en estas playas. Bueno, pues reunidos todos en buena armonía y como acababa de incorporarme a mis tareas veraniegas después de un viaje de placer por la Costa Azul, el tema derivó en viajes. Y, al hacerlo, como un regalo de los dioses, apareció quien mejor los organiza, el profesor de griego, jubilado, Manuel Irún, que es paseante habitual a la orilla del mar por esa bahía. Y nos dice que, ayudados por la imaginación, desde aquí podemos intuir Casablanca o Venecia, Viena o Estambul, Verona, Pekín, Nueva York, la fiesta anual del Mar en la ciudad francesa de Brest, la isla de Capri, sobre todo Corfú o simplemente Ibiza o Sicilia...