Venimos de un tiempo en el que la libertad primaba en la esfera patrimonial y, por el contrario, el control era abrumador en el ámbito familiar; mientras que, hoy, se han invertido los términos: el control es exhaustivo en materia de negocios y la libertad es suma a la hora de articular la propia vida personal.

Días después, un amigo me pide una aclaración. Esta ha sido mi respuesta: "En el bien entendido de que es solo un aspecto de un cambio más amplio: en la sociedad de masas global, el control social por parte de los poderes públicos deviene imposible si se empecinan en utilizar los viejos instrumentos, por lo que han de usar otras herramientas, como es la intervención rigurosa en todas las transacciones económicas, con el pretexto de razones de seguridad, cuando lo que de veras pretenden es seguir conformando la sociedad según su conveniencia y esquilmarnos a impuestos. Este es "el papel del papeleo en la vida jurídica", del que habló Álvaro d´Ors: control de la sociedad por el Estado. Es decir, menos libertad. Fue Hannah Arendt de las primeras en denunciar este montaje.

Según ella, el poder amansa a las masas con gratificaciones para que voten cada equis años y le dejen las manos libres entre votación y votación. Es el triunfo del hedonismo. El poder nos tiene calladitos y nos controla la cartera, a cambio de liberarnos la bragueta. Un nuevo clericalismo. Tenía razón Lampedusa. Te ahorro la cita".